A DOÑA ESTER

A DOÑA ESTER
Como tú, sin duda, ninguna mujer
pudo jamás darme más amor;
el tuyo fue un sublime querer,
el más grande, el más encantador.

Como mujer fuiste muy virtuosa:
honesta, incansable trabajadora;
dicen por allí que también fuiste buena moza
y como madre… mi corazón te adora.

¡Oh! sí Doña Ester, fuiste mujer respetada,
noble y a nadie le hiciste un mal;
llevo muy dentro de mí tu imagen grabada,
que irradia solemne tu amor maternal.

Yo sé que desde siempre te quise
y fallé en no decírtelo con más
frecuencia. Lamento que así no lo hice,
porque ya no podré decírtelo jamás.

Te fuiste aquel negro día de esta ingrata vida,
dejando en tus hijos gran dolor y un vacío
en sus corazones. Hoy al recordar tu partida,
sufren estos; ¡ay, Dios sabe lo que sufre el mío!

¡Oh, madre mía! Ha mucho ya de tu muerte,
mas mi corazón a tu ausencia no se acostumbra;
solo deseo que Dios me permita en el cielo verte,
y es esa la esperanza que a mi corazón alumbra.
11-11-03 BLASOPAL
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